La riqueza de las naciones 2.0

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Desde hace más de tres siglos, las teorías económicas que han perdurado, sostienen que la riqueza de las naciones se maximiza en la medida en que éstas se abran al mundo. Y resulta un tanto irónico retomar dicho axioma liberal en este momento, cuando la mayoría de los países se ha visto en la necesidad imperiosa de cerrar sus fronteras en nombre de la salud pública global. Sin embargo, la tesis de Adam Smith con todo y confinamiento, no solamente sigue vigente, sino que ha logrado adquirir un nuevo matiz a raíz de la globalización. Pues ha sido, el intercambio internacional de ideas, servicios y demás intangibles, uno de los grandes motores que ha permitido paliar la crisis ocasionada por la pandemia de Covid19.

 

El mundo de las ideas y su relación con el desarrollo ha sido objeto de amplio estudio por varios economistas, y quizá el más destacado es Paul Romer. Entre sus mayores aportaciones, se encuentra la importancia de las ideas y la investigación científica, como elementos centrales para generar productividad y crecimiento en una sociedad. Su tesis marcó un parteaguas en la disciplina, porque por primera ocasión, se logró construir un modelo macroeconómico donde el crecimiento sostenido y a largo plazo, es impulsado no solo por los recursos materiales o naturales (como los combustibles fósiles), sino también por la creación y generación de tecnología a través de mujeres y hombres de ciencia.

 

Bajo esta tesis, que hizo merecedor a Romer el premio nobel de economía en 2018, las ideas son concebidas como todo aquel conocimiento que nos permite crear un bien, o realizar una actividad por medio de una instrucción. Son ejemplos de ello,  el código necesario para crear un software, las indicaciones para ensamblar un motor o incluso el conocimiento requerido para diseñar una vacuna.  A diferencia de los objetos, las ideas y su acumulación puede llegar a ser infinita sin enfrentar los detrimentos que sufren los bienes de capital, como la depreciación, que puede volverlos obsoletos súbitamente. Desde luego, las ideas también poseen sus propias limitaciones, como su restricción a través de patentes y leyes de propiedad intelectual. Sin embargo, ello no contraviene a esta tesis, pues es la búsqueda constante de nuevas ideas y los rendimientos que generan, lo que propulsa el crecimiento y la generación de riqueza.  

 

En tan solo un año, se han generado miles de artículos científicos y muchos de ellos en libre circulación relacionados con la pandemia por coronavirus. Ello ha permitido, entre otras cuestiones, contar con una vacuna en tiempo récord y poder reactivar la economía durante la crisis. Este momento histórico de cooperación científica internacional debe ser visto como una lección y oportunidad en México para replantearnos la importancia que le conferimos a la investigación, dentro ese gran abstracto, al que usualmente nos referimos como interés nacional.  A este punto,  no debe caber ninguna duda, que el crecimiento de una sociedad y su desarrollo está asociado con los recursos destinados a la ciencia. En el caso mexicano, históricamente no se le ha conferido más allá del 0.5% del PIB.

 

Invertir en ciencia, generación de conocimiento y desarrollo tecnológico debe ser la gran apuesta de México. Por ello, es necesario fomentar estudios en diversas disciplinas, a nivel nacional y a otros países, en ciencias médicas, exactas, y además en ciencias sociales. Porque la recuperación post-pandemia será en salud, pero también en materia educativa y económica. Pues es la libertad y la movilidad de las ideas, a través del aprovechamiento de la capacidad científica y tecnológica de mujeres y hombres, el paradigma bajo el cual, debemos apuntalar nuestro desarrollo.

 

 

Renata Zilli Montero